José Olivares Valdivia fue un polifacético fotógrafo que instaló su estudio en Copiapó en 1909, el que se convirtió en el taller de retratos más concurrido de la ciudad, y testigo del pasado histórico de Atacama.
Es reconocido como uno de los más destacados retratistas y reporteros gráficos de la primera mitad del siglo XX en la zona (Martínez y Salgado, 2006). A través de sus imágenes, los nortinos registraron eventos importantes de su vida familiar, como nacimientos, bautizos, primeras comuniones, graduaciones y matrimonios.
Gracias a donaciones y préstamos de familias locales, el Museo Regional de Atacama digitalizó e integró a su colección parte de la obra del fotógrafo.
Publicidad y ubicación privilegiada: claves del éxito
Con la experiencia adquirida en el local que abrió previamente en Ovalle, Olivares Valdivia popularizó su nuevo negocio llamado 'Estudio Fotografía Central' a través de constantes campañas publicitarias en la prensa de Atacama, y a la incorporación de artículos y novedades de Kodak, compañía de la que fue agente.
El taller se ubicó en la calle Atacama número 79, eje comercial de la ciudad donde también se situaban el Teatro Municipal, el viejo Cuartel de Bomberos, la imprenta del diario El Atacameño y el Banco Anglo-Sudamericano.
Cambió varias veces de dirección, pero se mantuvo siempre en la misma arteria. En 1918 se asentó definitivamente en el número 454, lugar que fue su taller y residencia hasta que un incendio destruyó el inmueble en 1952.
Dada su privilegiada ubicación, el local gozó de popularidad. En su primera planta se encontraban las oficinas, el estudio, el laboratorio, y un largo pasillo en el que dispuso estratégicamente una vitrina de retratos para captar la atención de sus clientes. Esta galería aún es recordada por la comunidad pues en ella se exhibieron fotografías de sus vecinos, familiares y amigos.
Olivares Valdivia contó con un equipo de ayudantes que lo suplía durante sus viajes por Chile, entre los que destacaron José Pellegrini, María Neófita Balut, Giaconda Cavalli y su hija Vilna Olivares Corona. Esta última quedó a cargo poco antes de la muerte de su padre en 1948.
La difusión del retrato comercial y el ascenso de las clases medias
La práctica fotográfica se asentó en Copiapó durante la segunda mitad del siglo XIX, gracias a la incipiente modernización que experimentó la ciudad con los ciclos de explotación del cobre y la plata, y que posibilitó la emergencia social de las capas medias y los sectores populares.
La fotografía comercial permitió a ambos grupos inscribir su presencia dentro de la sociedad. Este privilegio que durante años había sido de la elite, se impuso en las primeras décadas del siglo XX como un acto que permitió visibilizar su posición social frente a sus pares y los demás (Tagg, 2005).
La fotografía se percibió entonces como una democratización del registro visual y práctica de transmisión generacional. Al ser sus precios más asequibles, desempeñó la misma función "que los retratos pintados habían cumplido durante siglos en las familias aristocráticas" (Pultz, 2003: 18).
El estudio de Olivares Valdivia retrató principalmente el ascenso social y económico de las clases medias copiapinas, surgidas a alero de la industrialización, urbanización y expansión estatal. Aunque el origen de este grupo en Chile se remonta a pequeños comerciantes y productores, en términos simbólicos su reconocimiento oficial se produjo con la victoria presidencial de Arturo Alessandri Palma (Candina, 2013: 15).
Fueron las personas de este estrato social quienes visitaron con frecuencia el taller dados sus mayores recursos. Para diferenciarse de los sectores populares, pedían que en sus retratos se incorporaran elementos propios del mundo aristocrático, como pinturas de fondo, tapicería y columnas, los cuales refinaban el ambiente e idealizaban las formas de vida de las familias más ricas.